Enrique Galán Santamaría
Psicólogo analítico. Miembro fundador de la Sociedad Española de Psicología Analítica, la Asociación Transpersonal Española y la Fundación Carl Gustav Jung de España. Coordinador de la edición de los primeros volúmenes de las Obra completas de C. G. Jung (Trotta, Madrid, 1999 ss.)
Shintaro Ishihara, que a sus 78 años repite por cuarta vez su mandato como gobernador de Tokio, calificó en un principio el maremoto que ha destruido el nordeste de Japón como un «“castigo divino” que debía ser utilizado para lavar el egoísmo de los japoneses. Luego se disculpó» (J. Reinoso, El País, 11/4/2011). Esta reacción de imputar a los dioses las catástrofes naturales es tan frecuente que recibe en inglés el apelativo de acts of God. En consecuencia, dada la estrecha relación que la mayor parte de las religiones mantienen con la moral, la conclusión es inmediata: castigo por nuestros pecados. Un pecado, el egoísmo, que para el designio del «crecimiento económico» es la máxima virtud.
Sea cual sea el efecto del tsunami, con sus miles de muertos, la destrucción generalizada de la zona y sus desplazados, las inquietantes informaciones sobre las centrales nucleares, su inseguridad temporal, descapitalización y drenaje de agua y fondos públicos, con su efecto deletéreo en el resto del planeta, para quienes no estamos afortunadamente allí es una noticia, con el tratamiento económico y político propio de toda noticia. Impacto periodístico y manipulación mediática logran que experimentemos un miedo más de los muchos que se nos apacientan.
Para los japoneses, los únicos que han sufrido un ataque nuclear, la noticia se inscribe en un imaginario futurista propio del manga, y la catástrofe natural posee un significado que no tiene por qué coincidir con el que se da en este falso mundo laico que ha impuesto mundialmente su calendario. Para este mundo, la noticia es un espejo donde definir de forma invertida nuestros rasgos culturales. Se subraya, así, la solidaridad de los japoneses para aceptar los apagones sectoriales que desordenan durante ese tiempo la «sociedad del conocimiento» basada en los dispositivos electrónicos, muchos de ellos diseñados y construidos en aquel país. Poco egoísmo parece haber, pues, en esa respuesta de un país culturalmente tan sociocéntrico.
Frente a la desmesura de esta época dirigida ciegamente por la ideología titánica, la catástrofe japonesa ha descubierto los pies de barro del Titán y la necesaria solidaridad para no quedar sepultados bajo las ruinas de su desmoronamiento.
Fuente: Revista Agenda Viva/ Fundación Félix Rodriguez de la Fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario